Por:
JULIO CÉSAR PAULINO
In memoriam de Doña Lourdes Lazala Montes de Oca.
A finales de la década de 1950, siendo un niño, me había convertido en una especie de escudero de mi padre Horacio Paulino. El viejo, todos los fines de semana, visitaba a todos sus amigos, no importaba donde vivieran. En esas andanzas tuve la oportunidad de conocer a esa última generación de los viejos robles que quedaban en aquel San Juan romántico.
Aunque ha pasado casi medio siglo, al abrir el baúl brotan cual tenue niebla los recuerdos de aquellas callejuelas sin aceras y sin contenes, con sus casas de tablas de palma cobijadas de canas y de yaguas, las chichiguas y los capuchinos, los conciertos de la banda de música dirigida por Carias; aquella amalgama de miles de mariposas de todos los colores que volaban como naves sin rumbos el 24 de Junio, aquel campo de aviación donde aterrizaban los aviones de pasajeros de la CDA que parecían grandes aves del período mesozoico y que surcaban los aires de lo que un día fue el poderoso cacicazgo del Maguana, con su Plaza Ceremonial o corral de los indios la más grande de todas las Antillas.
Y aún recuerdo aquel cielo azul celeste, tachonado de estrellas que titiritando parecían acurrucarse bajo el palio enternecedor de las frías noches sanjuaneras. Ese cielo que parecía una inmensa mandolina cuya caja acústica servía de resonancia a la voz de sus dos grandes trovadores, Juan Memela y Hungría Mesa, porque no hubo en ese pueblo una frágil doncella o una gentil damita que al pie de su ventana no viera a un galán enamorado acompañado de los citados trovadores. Yo viví esa última época, de ese San Juan romántico, donde puedo decir que también escuché cantar con su voz de terciopelo de barítono atenorado al dinámico Coronel de los Bomberos Juan Namnúm, cantar los tangos de Gardel, acompañado de la mágica guitarra de Hungría Mesa.
A mediados de la década del 50, se estableció en las inmediaciones de las calles 19 de abril con la Colón o Rodríguez Objío, un personaje que al transcurrir el tiempo se convertiría en una de las figuras más popular de la comunidad. Este señor, había llegado como marimbero del perico ripiao de aquel acordeonista y cantautor de los merengues de Trujillo de nombre Guandulito, a tocar una fiesta en el pueblo. De allí salió el conjunto sin el marimbero pues éste ingles, embriagado por la hospitalidad de sus habitantes decidió convertirse en sanjuanero por adopción.
Esta típica figura del folklor sanjuanero, cojo por accidente, era de origen ingles y tenía el don divino de cantar en siete idiomas. En una enrramada que construyó en el frente de su casa, instaló un taller donde reparaba todas las bicicletas Hércules y Raley de toda la comarca sanjuanera. Pero ahí no terminó la cosa porque al poco tiempo el taller también se convirtió en un lugar obligado de la trova del pueblo, donde se daban cita músicos, cantores, compositores, declamadores quienes desde tempranas horas de la mañana ensamblaban el conjunto de guitarra, tres, bongo, marimba y güira, a veces llegaban Miquico y Lolo con una trompeta y ahí era que los sones y las rumbas se ponían buenas.
Este personaje llamado Rodolfo Isa, tocador de guitarra, tres y marimba a quien el pueblo había bautizado con el nombre de BARBOSA, muchas veces al recordar su patria chica en las Antillas Inglesas donde había nacido, se inspiraba cantando en inglés y en español las canciones que cantaba Nat King Cole, Ansiedad o Cachita de moda en esa época, o aquel bolero-son del cubano Serafín Eusebio “En el tronco del árbol una niña grabó su nombre henchida de placer”.
Una colega antropóloga, muy conocida en los círculos intelectuales de San Juan de la Maguana, me dijo que nosotros los sanjuaneros nos creíamos ser el centro del Universo, y como pregunta trae respuesta le dije: que si bien era cierto que no éramos el centro del Universo, éramos de hecho el mismo centro de la Isla de Santo Domingo, ya que allí en el año 1250 d.C., casi 250 años antes del Descubrimiento de América, un grupo de indios construyó una gran plaza ceremonial y centro de observación astronómico donde calcularon que el mismo centro de la Isla se encuentra precisamente en San Juan de la Maguana.
En ese mismo tenor le dije, que antes de la llegada de Colón, el cacicazgo de La Maguana era el centro político de la Isla, donde un cacique de nombre Caonabo le daba fuete a todos los caciques de la isla, a tal punto que la alianza entre Colón y Guacanagarix, se debió a que este último tenía que pagarle tributo al bravo capitán del valle de La Maguana.
Así mismo, producíamos, según el padre las Casas, el azúcar más dulce y cara de la colonia, se produjo el mejor trigo sembrado en la Colonia, y según Américo Lugo se sembraron los primeros dátiles de América, y a parte de eso teníamos una frondosa mata de olivo o de aceitunas; la reina más bella de la isla llamada Anacaona, y el primer guerrillero de América, el cacique Enriquillo, nacido en lo que hoy es Hato de Padre.
Y de ñapa, palabra que desapareció del vocabulario de las nuevas generaciones, todas las palmas de canas que adornan el malecón de Santo Domingo, fueron un regalo de la fértil región de San Juan de la Maguana.
El autor es antropólogo.
(este Articulo fue publicado originalmente en Barrigaverde.net)
1 comentarios:
increible, que buen articulo, no conocia la historia de BARBOSA a quien conoci y ademas me siguen uniendo lazos de amistad con sus decendientes. felicidades
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